sábado, 21 de marzo de 2009

La morcilla sigue siendo básica en la dieta del español

Suscribo las palabras de Martín Pallín (El País, 20/03/2009) en relación con la Guerra Civil española y con el trabajo que les resta a los historiadores del futuro: "Los historiadores futuros comprobarán asombrados que hubo una Causa General contra los vencidos y ni un solo procedimiento penal contra los que recibieron el apoyo de Hitler y Mussolini (pág. 31)".

Pero la verdad es que desconfío de los historiadores del futuro, como desconfío de los del presente o de los del pasado. La historia es un género de ficción, escrito al dictado y al servicio del poder. El historiador siempre ha sido un escritor a sueldo, por eso el historiador nunca ha sido inocente: le han dicho que tenía que justificar una invasión, una guerra, una represión... y él obedecía con sumisión.

Hoy, el heredero del historiador es el teórico de la historia o, en su caso, el sociólogo de la historia. Cierto individuo de esta corriente, historiador con ínfulas de teórico y de dómine, nos adoctrina y alecciona con la "teoría del paréntesis" franquista de la postguerra. Su tesis es que muchas de las actitudes de la Iglesia hoy no son herencia de aquel pasado franquista, sino "el reflejo de una situación de debilidad acosada que [...] nace de la conciencia de marginalidad: reacciona defensivamente ante la hegemonía de los principios del Estado laico (incluso a pesar de la vigencia de los acuerdos abusivos y disparatados con el Vaticano, originados en el Concordato de 1953)". ¿Al servicio de quien se construye esta falsificación...?

Dios santo... ¡pobre iglesia, aislada por un laicismo con rabo y con cuernos! Y bendito historiador que nos saca a pobres imbéciles como yo del error en que nos hallábamos, al pensar que el laicismo (que por otra parte yo no veo en ninguna de las manifestaciones del actual gobierno: los crucifijos en las escuelas, en las tomas de posesión oficiales, en las púrpuras ministeriales de las ministras en viaje de turismo por el Vaticano, en las subvenciones y financiaciones a la Santa Sede, etc.) era un paréntesis, breve e inseguro, de una HISTORIA escrita a cristazos; de una historia hecha (diga lo que diga nuestro dómine historiador) con sangre y a modo de rosario, como las morcillas de Burgos.

A mí no me da miedo ese "divulgador" –¡qué generoso con sus calificativos!– "con micrófono loco" al que cita nuestro sociólogo. El poder siempre tuvo bufones, cuyas bravatas las reducían a la risa los cascabeles. El bufón, como su señora (Papisa Espe) no engañan a nadie (sólo a los que ya están engañados ab ovo). Me da más miedo la forma en la que la democracia (sus instituciones, sus representantes públicos) está repitiendo con nuestro votos (otra vez la morcilla) las maneras, los usos, del franquismo: ER y PSC, por ejemplo, mandando cargar a los grises contra los estudiantes, como ocurría en aquel tiempo al que nuestro historiador sociólogo dómine exorciza llamándolo "paréntesis". "Los que recibieron el apoyo de Hitler y Mussolini", sin paréntesis de continuidad alguno, están en todas partes, en el gobierno catalán y en el español, en la oposición catalana y española, en los sínodos (sobre todo en los sínodos), en los juzgados y, entre los historiadores, en la Universidad. Ellos son la continuidad, nosotros somos el paréntesis.

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