martes, 24 de marzo de 2009

Creemos el club de la cleptocracia

-La crisis general de nuestros días –me comenta un amigo, al hilo de la lectura de un artículo de Carlos Fuentes– ha servido al menos para una cosa: para demostrar que el modo de gobierno, en estos inicios del siglo XXI, conoce nombres diferentes en cada lugar del globo (democracia, dictadura, oligocracia, etc.), pero en realidad en todos los rincones de la geografía es uno y el mismo: la CLEPTOCRACIA".
-Siempre ha sido así, ¿no? –le pregunto levantando la vista de la novela que estoy leyendo, y sólo por seguir con una conversación.
-Es posible, pero quisiera creer que no. Al lugar en que nos hallamos nos han conducido la muerte de las ideologías y la toma del poder de unos profesionales de la política a los que no se les conoce oficio, aunque sí que destacan por su beneficio... Esto no siempre ha sido así. Al menos, en un tiempo podías encontrar políticos con algún principio.
- Y lo peor de todo... Están en todas partes, controlan y rentabilizan –prosigue– hasta las alcantarillas. Teatralizan en el parlamento o en los medios un bipartidismo que no es real. La mancha de la corrupción se extiende más que la del aceite y lo tiñe y empapa todo, desde las pedanías a los megayuntamientos; desde los parlamentos regionales al miniparlamento de la nación. Los casos innundan los juzgados y los inutilizan. A ningún partido le interesa que la cosa cambie. Si hubiera cambio, el número de los parados (por inútiles) crecería tanto...
-Hombre, ¡inútiles! No me seas extremista –le digo. Todavía esto no es Sodoma... Habrá, por lo menos 10 justos entre los políticos que conocemos.
-A ver –me reta– te desafío a que me propongas 10 nombres.
-Si eso fuera así –intento ofrecerle resistencia– alguien denunciaría la situación...
-Todos los que están en activo –me interrumpe– se callan... y no sólo por que tengan algo que ocultar, sino también porque, si se rompiera la actual situación y ellos tuvieran que volver a la vida civil, no encontrarían dónde trabajar. No tienen oficio y el beneficio quizás se les agotase.
-No sé. ¿Y qué se te ocurre–le pregunto-, más allá de la resignación, para cambiar esta situación?
-Poco. Creemos el club de la cleptocracia. Abramos un espacio y propongamos nombres que lo compongan. Los periódicos constituyen una buena fuente.
-Vale. Iniciemos la lista –propongo–con ese tal Correa, que no sé quién es, pero que está en todos los periódicos.
-Ese no es político. Su profesión es otra. Además, vayamos un poco más atrás. Remontémonos a Luis Roldán, y para no pecar de provincianos, sumemos desde el principio el nombre de Madof.
-¿Cuál es el nombre de pila de este Madof?
-No lo sé... Ya tenemos Madof, Roldán... ¡Que la gente proponga nombres!

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